EL RUEGO

Una ardorosa lágrima de fuego

se desgranó de tus dolientes ojos,

cuando tu voz pletórica de enojos

con aspereza rechazó mi ruego.

Fuí todo tuyo con pasión y, luego,

ya doblegado, con fervor, de hinojos

te fuí diciendo en plenitud de antojos

cómo te amaba con locura, ciego.

No sé lo que ha pasado, pero insisto

en que estoy padeciendo como Cristo

porque vivo clavado en mis desvelos.

Al trágico madero del destino.

Y así voy caminando mi camino

con la cruz agobiante de mis celos.

Cmte. Manasés E. Capriles

1946